ORLANDO MARTINEZ: A 50 años del asesinato del periodista Orlando Martínez y el llenado de la página en blanco de Balaguer
Santo Domingo, RD. - El
17 de marzo de 1975, el periodista
Orlando Martínez fue asesinado por decir la verdad.
Orlando,
director ejecutivo de la revista Ahora y columnista en el periódico El Nacional, era
conocido por su aguda crítica al gobierno
de Joaquín Balaguer y su afiliación
al Partido Comunista Dominicano, lo que lo convirtió en un blanco del
Estado.
Joseph
Cáceres, periodista y compañero de trabajo, fue la última
persona de la redacción en verlo con vida y relató aquellos momentos previos a
su muerte.
Sonó el teléfono, Orlando
recibió una llamada. Salió de su oficina y se acercó a Cáceres. En su
mente quedó grabada la última imagen de
Orlando. “Yo fui el último que lo vi en la redacción. Lo recuerdo con un
poco de barba, como si no se hubiera afeitado. Me tocó por el brazo y me dijo:
‘El trabajo que estás haciendo, pásalo por debajo de la puerta’”. Orlando
parecía tener prisa.
El asesinato de Martínez se inscribe en un
período marcado por la influencia extranjera en la política y las fuerzas militares dominicanas.
Tras la intervención
estadounidense de 1965, el país quedó bajo la vigilancia de potencias
extranjeras que, en el marco de la
Guerra Fría, veían en la izquierda política una amenaza al orden
establecido.
En ese escenario, el gobierno de Balaguer permitió la
persecución, el acoso y el asesinato de figuras consideradas “peligrosas” para
el régimen.
El abogado
Juan Miguel Castillo Pantaleón fue el juez de instrucción que rearmó
el caso, poco más de 20 años después del
asesinato, con lo que se logró condena a los autores materiales.
Orlando era muy tímido, pero su claridad y respeto por la gente eran notables; quienes lo conocieron dicen que nunca habían visto a alguien tan tímido como lo era él.
“Fue víctima de un acto
de eliminación física, un asesinato con todas las características de un crimen
por motivaciones políticas”, dijo Castillo Pantaleón.
Este no fue un hecho aislado: otros periodistas también fueron víctimas
de la represión, como Gregorio García Castro (Goyito), jefe de
redacción del periódico Última Hora, asesinado un año antes. El caso de
Orlando Martínez se convirtió en un símbolo de la lucha por la
libertad de prensa y la búsqueda de justicia en República Dominicana.
¿Incriminación a Bosch?
En el centro, el periodista Orlando Martínez y el profesor Juan Bosch. Figuran también en la foto los periodistas Ramón Reyes, Antonio Espinal y Manuel Severino/
Castillo Pantaleón recuerda
que, en un intento de desviar la atención, se quiso implicar falsamente al expresidente Juan Bosch en el crimen. ¿La
razón? Días antes del asesinato, Orlando había escrito una serie de
artículos críticos hacia Bosch.
La historia dejó una
fotografía simbólica en el libro de Balaguer “Memorias
de un cortesano de la era de Trujillo”: una imagen de Orlando junto a
Bosch, un gesto que, según Castillo Pantaleón, es un nivel de maquiavelismo
político digno de análisis.
“Es decir, la persona que
originalmente iba a ser involucrada falsamente en el hecho, que era su adversario político (de Balaguer) junto
con el periodista. Se quería manejar la versión, la hipótesis o la impresión de
que quizás el crimen de Orlando tenía que ver con el profesor Bosch por un tema
de intolerancia”, explica el jurista.
Por esto, fueron
arrestados miembros del Comité Político
del Partido Liberal Dominicano (PLD), incluyendo a Cheché Luna y Diómedes Mercedes, como
presuntos implicados en el crimen. Se reveló que las primeras personas acusadas
fueron chivos expiatorios y que hubo un encubrimiento desde las mismas
estructuras de poder. Quedaron después en libertad.
La noche de ese 17 de marzo de 1975, un vehículo le cerró el paso al
periodista y estratégicamente lo encajonó en la avenida José Contreras, en las
inmediaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Orlando intentó reaccionar, abriendo la guantera para tomar un revólver calibre
38, pero antes de que pudiera defenderse, ya dos hombres habían bajado del auto
perseguidor. Eran Alfredo Lluberes Ricart y Mariano Durán Cabrera.
En los interrogatorios, uno de sus asesinos dijo que gritó que era un
asalto, mientras que otro le decía a Orlando que estaba arrestado. Orlando,
ya con el pie izquierdo fuera del vehículo, intentó protegerse, pero
le llegó el primer disparo. La bala atravesó su brazo izquierdo y se incrustó
en la puerta del pasajero.
Acto seguido, desde el lado del pasajero, también se le disparó, y esta
vez el tiro fue mortal. El proyectil penetró por el pómulo derecho de Orlando y
se alojó en la base de su cráneo sin salida. “Llamaron a la central del
periódico, pero como no había nadie más, la llamada me la pasó a mí. Me
sorprendí, aunque de alguna manera lo sabía, porque Orlando era de izquierda,
por los trabajos que había publicado”, recuerda Cáceres.
La voz del otro lado de la línea le confirmaba la noticia que jamás
hubiera querido escuchar: Orlando había sido asesinado. Sin perder
tiempo, tomó el teléfono y comenzó a llamar a los principales responsables del
periódico. “Me encargué de llamar al director, al dueño, al jefe de
redacción, a cada uno en sus casas, para decirles lo que había ocurrido.”
Castillo Pantaleón toma el caso
El abogado Juan Manuel Castillo Pantaleón, quien reconstruyó el caso judicial que logró la condena contra los asesinos de Orlando Martínez.
En
marzo de 1995, bajo el gobierno de Balaguer, el caso Orlando
resurgió. El entonces juez de instrucción Castillo Pantaleón,
recuerda la mañana que su secretario lo llamó para avisarle que una comitiva lo
procuraba.
Hasta
ese momento solo conocía la historia a través del libro de
Balaguer y quedó sorprendido por la presencia y la urgencia de la familia
Martínez Howley. Para evitar la exposición pública, pidió recibirlos
en privado.
Minutos
después, en su despacho, Castillo Pantaleón tuvo su primer encuentro con doña Adriana
Howley, madre de Orlando. A 30 años de aquel encuentro, la describe
como una mujer bajita, de mirada penetrante y de ojos azules bellísimos. Junto
a ella estaban abogados y otros familiares, incluyendo al doctor Abel Rodríguez
del Orbe, quien ya había acompañado a don Luis Mariano Martínez,
padre de Orlando, en una querella presentada en 1985.
Cuando
Castillo Pantaleón solicitó el expediente del caso, su secretario apareció con
una enorme caja de cartón cubierta de polvo, símbolo del
olvido en el que había caído el proceso judicial. Al abrirla, se encontró con
pilas de documentos desordenados. No prometió nada concreto en cuanto a los
resultados, pero sí se tomó el tiempo de leerlo y evaluar cómo procedía.
La
familia tenía una solicitud específica: citar a Joaquín Balaguer. La
reacción del juez fue cautelosa. La madre de Orlando insistía en que la verdad
debía salir a la luz, y el proceso judicial debía incluir a todos los posibles
responsables.
Castillo
Pantaleón lo intentó: De manera
formal solicitó al presidente Balaguer su declaración en dos ocasiones, una en
el Palacio Nacional y otra en su casa. El líder político nunca aceptó hablar.
Durante el proceso de investigación, encontró en un informante la claridad que
necesitaba. Por mucho tiempo, ese hombre solo fue conocido como “El
veterinario”. Hoy puede revelar que se trataba del ex general de la
Policía, Raúl Darío Aristy Calvo.
Lo
condujo a un campo apartado para darle información, pero dudaba en revelarla
por miedo a repercusiones. Pantaleón seguía insistiendo. Un día,
finalmente, lo llamaron.
Le
dio la dirección del negocio de su esposa y en poco tiempo apareció con una
ficha en la mano. Estaban los datos de un vehículo y una placa del Partido
Reformista. Lo que más llamó la atención de Pantaleón fue un clip
oxidado que tenía enganchado. Ahí supo que era un documento viejo, de al menos
20 años. Le garantizó su anonimato, sabía que era un caso serio.
Pasaron
los meses y, en 1997, la familia de Orlando Martínez volvió a la justicia. Esta
vez no fueron al juzgado de instrucción, sino directamente a la fiscalía para
reiterar la querella. El fiscal en ese momento era Guillermo Moreno.
Castillo
Pantaleón dice que lo que ocurrió después fue indignante para todos: Guillermo
Moreno desestimó la querella al alegar que la madre de Orlando no
tenía calidad legal para solicitar una investigación. “Ese documento quedó
en el expediente, como prueba de cómo funcionan las cosas en este país”,
dice el ex juez.
Entre
todo esto, Balaguer había entregado el poder a Leonel Fernández. Y
según Pantaleón, el nuevo gobierno no tenía ningún interés en resolver un caso
que involucraba a exmilitares con mucho peso.
Pero
Pantaleón no se detuvo. Siguió reuniendo pruebas hasta que, finalmente, tuvo el
expediente listo. Cuando fue donde el procurador, que coincidencialmente era
Abel Rodríguez del Orbe, quien ya había sido abogado de la familia Martínez
Howley, le dijo que tenía todo y que necesitaba acceso a los archivos
militares. “Hay que arrestar a los implicados”, relataba Castillo Pantaleón, y
para eso necesitaba apoyo, porque no iban a ejecutar estas órdenes de prisión
fácilmente.
Organización del operativo
Rodríguez
del Orbe y Guillermo Moreno dispusieron
reunir un grupo de fiscales de confianza. Se actuó todo en secreto para evitar
filtraciones y garantizar que el operativo funcionara.
Cuando
finalmente se emitieron las órdenes de arresto, el procurador quiso asegurarse
de que el país supiera que se estaba resolviendo un caso tan importante. Para
ello, convocó a pocos periodistas, entre ellos Huchi Lora y Rafael
Molina Morillo, pidiéndoles que estuvieran en el Palacio de Justicia a
las 7:00 de la mañana, sin revelarles de qué se trataba.
“Estamos
hablando de un gobierno que mataba”,
explica sin rodeos Huchi Lora al referirse al régimen de Joaquín Balaguer. “Un
gobierno con sangre”. Y esa sangre era la de aquellos que osaban
cuestionarlo.
Lora
lo recuerda como “una persona muy buena, pero también muy comprometida con
lo que creía. Orlando era muy crítico”. Además, que tenía un
talento que lo distinguía en el mundo del periodismo. “Escribía muy bien. Y
molestaba. Molestaba”. “Era una persona que le caía bien a todo el mundo, menos
al gobierno”, señaló.
Don
Huchi pone contexto
al ambiente de aquellos días de 1975 en que mataron a Orlando: “Era una
situación de terror. A los periodistas nos hacían llegar mensajes de
advertencia y, en el caso de Orlando, la amenaza fue directa y cumplida”. “Este
no fue un acto impulsivo, fue una operación fríamente calculada por sectores
militares que veían en Orlando una amenaza”, dice.
Luego
de años sin capturar a los verdaderos culpables, Lora fue el responsable de dar
la primicia de la captura de estos a la sociedad dominicana. “Yo creo que es
el momento más importante de mis 58 años de periodismo”, dice hoy a la
Prensa.
El operativo encargado a los fiscales
A
los fiscales encargados del operativo se les informó que a las 6:00 de la
mañana debían ejecutar la orden de arresto emitida por el juez de
instrucción. Castillo Pantaleón relata que Rodríguez del Orbe les
explicó que ellos eran la autoridad y que debían dirigir a la Policía, como lo
establece el código. Pero había un detalle: nadie sabía quiénes eran los
arrestados. Los nombres estaban en sobres lacrados, identificados solo con
letras.
Arrestan al Mariano Durán equivocado
Uno
de los fiscales, Lino Vásquez, estaba especialmente emocionado con el
procedimiento. Cuando se le indicó la ubicación de Mariano Durán, se
dio cuenta de que la dirección era muy difícil de encontrar. Fue entonces
cuando le dijeron que alguien lo llevaría hasta allá para que pudiera reconocer
el camino. No tenía idea de quién iba a ser arrestado. Solo cuando abrió el
sobre al día siguiente se dio cuenta de la magnitud del caso.
Mariano
Durán, el arrestado, había sido cabo de la Fuerza Aérea y,
para poder enlistarse, había utilizado el nombre de otra persona con el mismo
apellido, aumentando su edad en los documentos. Por esa razón, existían dos
Mariano Durán con la misma acta de nacimiento, pero en realidad eran dos
personas distintas.
Mariano
Durán había dejado de ser
militar y emigrado a Nueva York, donde fue posteriormente ubicado,
arrestado y extraditado al país siendo fiscal del Distrito Nacional, Francisco
Domínguez Brito, y juzgado junto a los demás acusados. Durán fue quien hizo el
disparo mortal, el proyectil que se incrustó en la mejilla de Orlando,
alojándose en su cráneo. Fue condenado a 30 años de prisión.
Se resuelve el caso
A
la mañana siguiente, los periodistas llegaron a la sede judicial. Fue entonces
cuando el procurador les informó que se estaban ejecutando órdenes de prisión
contra los asesinos de Orlando Martínez. La noticia explotó en los
medios de comunicación. Huchi Lora, en una llamada en vivo a su programa,
anunció lo que estaba ocurriendo, provocando reacciones de sorpresa y hasta
lágrimas.
El arresto de Pou Castro
Pero
el momento más tenso ocurrió cuando Joaquín Pou Castro, uno de los
involucrados, fue detenido. Salió de su casa con una ametralladora en
la mano, listo para enfrentarse a lo que fuera.
La
Policía lo distrajo, mientras el resto del equipo tomaba el control del lugar.
Fue gracias a la astucia del general Bienvenido Manzueta que
lograron convencerlo de que soltara su arma. Con un truco, lo hicieron subir al
vehículo del ayudante de fiscal Luis Aybar Duvergé, donde
quedó desarmado y bajo control.
Castillo
Pantaleón recuerda que cuando llegó al Palacio de Justicia estaba completamente
alterado. Entre gritos y exclamaciones de indignación, decía que no fue quien
le disparó a Orlando. Rodríguez del Orbe le respondió que
sabía que no fue él, sino Mariano Durán y Alfredo Lluberes
Ricart, quienes iban en el carro que Pou manejaba.
Lo
ayudaron a incorporarse, pues estaba de rodillas exclamando que no lo había
matado. Con una cruz en la mano y un gesto de desesperación, reveló algo
importante para Pantaleón: Pou dijo que se suponía que uno de los presos debía
ser el general Pérez y Pérez.
El
secretario tomó nota de inmediato. Eran
declaraciones de un imputado que podían ser importantes para el caso. Sin
embargo, salvo esa mención dicha por Pou en ese momento de desesperación,
posteriormente ninguna evidencia material ni testimonial hizo concordancia con
su posible complicidad
A
los pocos días, Castillo Pantaleón recibió una llamada del
jefe del Servicio Secreto informándole que Pou quería hablar pero que no lo
haría si no estaba su esposa a su lado.
Pou,
descrito por Pantaleón como un hombre duro, iracundo y fanfarrón, se quebró al
ver a su mujer. Era un hombre con cambios abruptos de humor. “Un hombre que
había matado a muchos, pero que en ese momento parecía vulnerable”, rememora.
Esa
vez, estuvo dispuesto a hablar, confesó.
Joaquín
Antonio Pou Castro fue posteriormente condenado por la Suprema Corte de
Justicia a 30 años de prisión. Murió mientras cumplía su condena.
Isidoro Martínez con cáncer
Mientras
el exgeneral Isidoro Martínez, apodado “La Caja”, otro
de los acusados, estaba en una condición de salud delicada. Postrado en su casa
con cáncer, la orden de arresto debía ejecutarse.
El general
Manzueta llamó para informar la situación y Castillo Pantaleón le
respondió que la excarcelación por motivos de salud no era competencia del juez
de instrucción. La ley era clara: o se libera con la opinión favorable
del fiscal o se le encarcela.
Con
todas las consideraciones del mundo, la familia podía acompañarlo, pero debía
ser trasladado.
En
el juzgado, dijo no tener nada que ver con el crimen, a lo que Pantaleón le
dijo que, aunque está en su derecho negarlo, había pruebas que lo
incriminaban.
La
mañana siguiente, sin embargo, confesó con detalle su participación en el
crimen y fue el primero en señalar que la orden directa provino del propio jefe
de la Fuerza Aérea, Salvador Lluberes Montás.
Castillo
Pantaleón, para anticiparse a una
posible retractación posterior, le pidió permiso para filmarlo mientras firmaba
su confesión, cosa que hizo.
Isidoro
posteriormente falleció antes de que se dictara condena en su contra.
Luis Emilio, el de menor culpabilidad
Luis
Emilio de la Rosa, el de
menor jerarquía, aquel que ni siquiera disparó ni sabía qué hacía o dónde lo
estaban llevando, terminó pagando con 10 años de prisión.
Fue
el segundo en confesar y, con ello, arrastró a los demás. Pero él mismo era, en
cierta forma, una víctima más de la situación.
La
familia Martínez Howley nunca
le guardó rencor, pues, en su confesión, quedó claro que tenía la menor
responsabilidad.
Años
después, ya en libertad, se reencontraron Pantaleón y De la Rosa. Pantaleón
contó que vio en su mirada que era otro hombre.
El
juicio en 2007 finalizó con condenas de 30, 20 y 10 años para los implicados.
Alfredo Lluberes Ricart (Lluberito)
Fue
ubicado en su lugar de trabajo luego del intento por detenerlo en su
residencia, donde no se encontraba al momento de la llegada del ayudante
fiscal y los miembros de la Policía.
Ricart
hizo el disparo que atravesó el brazo izquierdo de Orlando. Fue condenado a 30
años.
Salvador Lluberes Montás
Apodado
“Chinino”, ascendido a general de brigada en 1969, encabezando la Jefatura
de Estado Mayor de la Fuerza Aérea en 1970 y 1974 hasta el 1975,
cuando renuncia, y que también había sido designado por Balaguer como jefe de
la Policía en 1973, con el encargo de investigar el crimen del
periodista Gregorio García Castro.
A
pesar de ser señalado directamente por los generales Isidoro Martínez y Pou
Castro como responsable de la orden directa del atentado, alegando motivos de
salud, fue ingresado en una clínica privada.
Juan
Miguel Castillo Pantaleón dice que fue desglosado del expediente por la Jueza
Katia Miguelina Jiménez “por motivos de salud”.
Nunca
fue juzgado y falleció a los 90 años, retirado junto a su familia en una villa
en Casa de Campo.
Por: Yeilin Peña.
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