SEMANA SANTA: ¿Cómo le gustan al dominicano las habichuelas con dulce?
Santo Domingo, RD. - Es el postre
estrella, la tradición que
une a la familia dominicana, el
sabor que despierta memorias de infancia, de abuelas meneando calderos con amor
y de vecinos tocando la puerta con un “traje
un chin para que pruebes las mías”.
Pero, cuando preguntan, ¿cómo te
gustan? Ahí es que viene el debate.
Hay quienes las prefieren con sus granos, otros no las
pasan sin que estén bien coladitas. Unos les echan leche
de coco, otros ni la miran.
Están los
que las comen calientitas, recién hechas, los que esperan que enfríen para que
agarren cuerpo y quienes entran su jarrito o taza en la nevera para
disfrutarlas totalmente frías.
Hay dulceros
que las hacen bien meladas y el que está en dieta y las quiere bajas en azúcar.
Y no se
puede quedar la famosa pregunta: ¿Con o
sin galletitas?
La verdad es
que hay tantas versiones como casas en el país, pero pocos se resisten a unas
buenas habichuelas con dulce y más, hechas con amor.
¿De dónde viene esta delicia?
Aunque aún
no se sabe con certeza quién fue el genio que se inventó esta mezcla cremosa
de habichuelas, leche, azúcar, batata, pasas y especias,
hay diversas teorías.
Algunos
historiadores sugieren que la receta llegó con los colonos franceses en el siglo
XVIII (siglo 18), quienes tenían la costumbre de hacer frijoles
con azúcar en tiempos de Cuaresma.
Como los colonizadores no tenían los mismos
ingredientes que en Europa, adaptaron la receta con lo que encontraron aquí en
la isla: habichuelas rojas, coco y especias.
Otros aseguran que también hay influencia de África y
Asia, regiones donde los frijoles dulces son parte de su cocina tradicional.
Pero, aunque venga del otro lado del mundo, nadie las hace como en Quisqueya.
¿Y
por qué en Semana Santa?
Durante la Semana Santa los católicos practican la abstinencia de carnes y comidas
pesadas. Entonces las habichuelas con
dulce se convirtieron en una alternativa deliciosa y libre de culpas
religiosas. Además de que la fecha al parecer coincidía con la cosecha de las
habichuelas.
Hacer este postre se ha vuelto una tradición familiar
y comunitaria, una excusa para reunirse en el campo, el patio o la casa,
compartir, y mantener vivo un pedazo de la historia dominicana con cada
cucharada.
Por: Yailin Piña.
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