CAMBIOS: Nueva York, un santuario que ya no protege a los inmigrantes
AFP: Nueva York, Estados
Unidos. - En las calles de Nueva York, el venezolano Omar
Vírguez camina con el rostro cubierto por un pañuelo. Incluso en esta metrópoli
progresista estadounidense, un "santuario" impermeable a las
redadas prometidas por Donald Trump contra la inmigración clandestina, cunde el
"miedo".
Durante los últimos días,
la preocupación se ha ido convirtiendo en paranoia a partir del acercamiento
político de Eric Adams, el alcalde demócrata de la mayor ciudad de Estados
Unidos, con el nuevo presidente republicano, quien prometió desde su última campaña
electoral realizar la mayor ola de deportaciones de la historia del país.
"Tengo miedo,
como todos los inmigrantes, porque no sabemos qué va a pasar con
nosotros", dice a la AFP Omar Vírguez, de 42 años,
recién llegado desde Venezuela en busca de "una vida mejor".
"Cuando veo a la
policía, me escondo", confiesa este enfermero de
profesión.
Esta tarde de febrero, un
mes después de la investidura de Trump, Vírguez salió de su centro de acogida
para apoyar una manifestación "contra el ICE", la policía de
inmigración, pero se mantuvo alejado del cordón policial ocultando su rostro
con una bandana.
En esta ciudad
cosmopolita de 8,3 millones de habitantes y que acogió a 232.000 inmigrantes
desde 2022, las organizaciones defensoras de indocumentados están en pie de
guerra desde que el alcalde demócrata empezó a socavar el estatuto de ciudad "santuario".
Adoptado hace varios años
en virtud de una legislación local, éste estatuto restringe la cooperación de
la ciudad con el gobierno federal en materia migratoria, en particular con su
policía de fronteras.
-
Tarjetas rojas -
Adams quiere colaborar
con la administración Trump, por ejemplo, integrando la labor de su policía a
la del ICE, y aconseja a lugares históricamente inviolables (escuelas,
hospitales, iglesias) que no se opongan a la intrusión de los agentes
federales.
Con Trump, "siempre
tenemos ese miedo en la cabeza: cuándo nos van a detener y pedirnos los
papeles", señala preocupado Víctor, un trabajador ilegal de la
numerosa comunidad hispana, en una de las iglesias de Manhattan que se erigen
como baluarte contra las redadas anunciadas.
A la entrada de la
iglesia luterana Trinity, un cartel sostiene: "Las fuerzas del orden,
ICE y DHS (Departamento de Interior) no pueden entrar sin una orden
judicial".
"Ya no hay
respeto por estos lugares", dice la pastora Alyssa
Kaplan, quien subraya la "angustia" de los extranjeros
alojados en el lugar de culto.
Un perro labrador
permanece atento en la entrada para "avisar" si aparece la "migra".
Como muestra del pánico
que se apodera progresivamente de la ciudad, las asociaciones se ven
desbordadas por las peticiones de "tarjetas rojas", cartillas
distribuidas en diecinueve idiomas para enumerar los derechos de los
inmigrantes en caso de ser abordado en controles.
En las escuelas de Nueva
York, muchos alumnos para los que el inglés no es su lengua materna han
desaparecido en los últimos días, lamenta Yari Michel, profesora en el distrito
de Brooklyn y delegada del sindicato de profesores de primaria, UFT (United Federation
of Teachers).
"Los niños
están asustados. Nuestros hijos necesitan saber qué hacer si el ICE llega a su
casa, si se les acercan en la calle", prosigue la
impulsora de un colectivo local de "defensa de los inmigrantes".
-
"Miedo palpable" -
Para esta profesora, no
hay duda de que la administración Trump, que a principios de febrero ordenó
retirar los cargos penales por corrupción contra el alcalde de Nueva York, lo
hizo "a cambio de que Adams permita las deportaciones masivas".
Adams lo niega
categóricamente. El lunes volvió a asegurar que Nueva York es "una
ciudad santuario".
Pero, advirtió,
repitiendo la retórica de Washington: "si vienes aquí pensando que
puedes cometer un delito, estás en el lugar equivocado".
De momento, pese a las
declaraciones, la ola prometida no se ha desatado, ni en Nueva York ni en el
resto de Estados Unidos.
Pero el "miedo es
palpable", observa Amy Vázquez, una estudiante mexicano-estadounidense
de 21 años que de repente se ha convertido en cabeza de familia.
Sus padres, una camarera
y un carpintero mexicanos que viven en Nueva York desde hace 20 años, "lo
han puesto todo a mi nombre para asegurarse de que si los deportan, me den la
custodia de mi hermana de 10 años, que me den el coche, etc", detalla
la joven nacida en Estados Unidos.
La comunidad
latinoamericana se "organiza" o simplemente evita salir a la
calle, aunque sólo sea para hacer las compras. "Da mucho miedo",
asegura la estudiante.
"No quiero llegar un día a casa de la universidad y encontrarme con que ya no están", dice mientras trata de contener las lágrimas.
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