Kenianos Haití: “Bandas tienen mejores armas que nosotros”
PUERTO PRINCIPE: Desde junio de 2024,
soldados kenianos de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS) en
Haití patrullan las zonas controladas por las bandas armadas en Puerto
Príncipe, enfrentándose a la violencia constante y a condiciones precarias, en
medio de una crisis humanitaria que mantiene al país al borde del colapso.
Un convoy de blindados avanza por las calles polvorientas de
Pétion-Ville. Dentro de él, soldados kenianos intercambian órdenes en inglés;
sus rostros están tensos, las armas listas.
Van a patrullar una zona cercana al aeropuerto internacional
Toussaint Louverture, aún bajo control de las pandillas. La tensión es
palpable. Desde que llegaron a Haití en 2024, los uniformados de Kenia han
estado en la primera línea.
«Somos los únicos que
realmente nos enfrentamos a los bandidos», dice uno de los
oficiales, bajo condición de anonimato.
«Los demás países se
encargan de la seguridad de edificios o de evacuar heridos. La parte peligrosa
es toda para nosotros,» añade.
De los más de mil kenianos desplegados, varios han sido víctimas
de la violencia. Dos murieron en Artibonite y otros resultaron heridos en
emboscadas en julio de 2024 y marzo de 2025, según las fuentes consultadas sin
especificar el número de víctimas.
«Los criminales
tienen mejores armas que nosotros», se lamenta el militar.
TENSION Y FALTA ESTRATEGIA
Según Naciones Unidas, cerca del 90 % de la capital está bajo
control de grupos armados, más de 5,600 personas fueron asesinadas en 2024 y
más de un millón han sido desplazadas. La policía nacional está desbordada y
los recursos humanitarios se agotan.
En este contexto, los kenianos denuncian fallos internos dentro
de la propia misión.
Oficiales consultados por EFE se quejan de condiciones de
trabajo precarias, decisiones estratégicas erráticas y problemas en sus pagos.
Un general de la policía, Douglas Kanja, declaró que los agentes
en Haití habían cobrado «hasta finales de octubre», cuando la misión comenzó en
junio de 2024, una información corroborada por varios medios internacionales.
Las críticas apuntan también a la organización de la misión y al
equipo militar. «Los blindados se averían
constantemente. No tenemos cobertura aérea. Y aun así, se nos ordena desplegarnos
en múltiples frentes», relata un oficial.
«Algunos se
autodenominan ´especialistas´ en evitar patrullas. Todo depende de a quién
conoces»,
dice un soldado.
Según los testimonios, varias operaciones han fracasado por
falta de respaldo o por decisiones que consideran inadecuadas.
«Nuestro comandante
nos envió a Pont-Sondé, cuando todavía hay barrios controlados por bandas cerca
del aeropuerto. No tiene sentido», se queja otro miembro del
contingente.
UNA MISION SIN RUMBO Y UN PAIS AL BORDE DEL COLAAPSO
Desde su llegada, la misión multinacional -en la que también
participan Guatemala, El Salvador, Belice, Jamaica y Bahamas- no ha logrado
frenar la expansión del crimen organizado.
El portavoz de la misión, Jack Mbaka, ha reconocido a EFE que la
mayoría de las unidades solo se ocupan de tareas de «seguridad estática» y que aún están discutiendo formas de
involucrarse más activamente.
«Pero mientras ellos
deciden, nosotros ponemos los muertos», asegura otro oficial
keniano.
INSEGURIDAD ALIMENTARIA
La crisis va más allá del terreno militar, la mitad del país
enfrenta inseguridad alimentaria severa y solo el 37 % de los hospitales está
operativo.
La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) cerró dos centros de
salud en las primeras semanas por la inseguridad. El exdirector de MSF en Haití
Benoit Vasseur, confirmó que actualmente sólo hay un hospital de la ONG
operativo en Cité Soleil, en el noroeste de la capital.
En marzo, la ciudad de Mirebalais, sede del principal hospital
universitario del país, fue atacada por bandas armadas, lo que obligó a cerrar
temporalmente el centro.
Mientras tanto, el Gobierno interino, liderado por Fritz
Alphonse Jean, ha anunciado un presupuesto de guerra y el despliegue de la
polémica Brigada de Seguridad de Áreas Protegidas (BSAP), señalada por
violaciones a los derechos humanos.
«Es un escándalo. La
BSAP no es una fuerza oficial, es un grupo armado al servicio de políticos», advierte el abogado
Samuel Madistin, director de la Fundación Je Klere.
Ante este panorama, los soldados kenianos se sienten atrapados. «Hemos expresado nuestras preocupaciones. Nos dijeron que no perdiéramos la esperanza, pero nada cambia», concluye uno de ellos, con voz seca y mirando al horizonte.
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